
“Estamos lejos porque nos han desterrado,
pero nacen hijos que llevan nuestra sangre,
y con ellos volveremos, una tarde, al terruño…”
Elicura Chihuailaf.
El 3 de Enero del 2008, mientras un grupo de Mapuche se tomaba el fundo “Santa Margarita”, como parte de la lucha por la recuperación de tierras, un joven, de 22 años, de nombre Matías Catrileo, cayó herido de muerte por carabineros.
Mientras el nombre de su sombra se extendía entre las diversas protestas que se levantaron en el país, había un grito contínuo, una queja monótona que se dejaba oír sin darse treguas, ni descanso: había en ella la voz de niños que fueron torturados, la voz de otros jóvenes que cayeron en otros tiempos, las voces de familias enteras que reclamaban sus tierras, era la voz de un pueblo, la voz Mapuche.
Lo cierto es que el conflicto mapuche se extiende a través de los años, nace durante el siglo XVI, con la llegada de los españoles a Chile y continúa con la constante represión del estado chileno, quien dejó dar paso, por ejemplo, a la llamada pacificación de la Araucanía, que en 1883 se le da fin, un fin que significó un paso para prolongar la represión; continuando con el robo o compras irregulares de tierras para la producción de materias primas; luego, durante la dictadura, un número considerable de detenidos desaparecidos eran de origen mapuche, especialmente en el sector deTemuco, después, con la llegada de la “democracia”, la cosa no cambia mucho, se da continuidad a la ocupación del territorio Mapuche por parte de empresas transnacionales que en nombre del progreso contaminan las tierras y el agua, además de la constante persecución hacia el este pueblo que ha llegado a límites inimaginables, desde allanamiento a las comunidades, hasta el asesinato de comuneros que se entregaron a la lucha de su pueblo, como lo fue Alex Lemún y Matías Catrileo; sin dejar de lado las graves situaciones a las cuales se han visto expuestos niños, como han sido las torturas y/o secuestros, como lo fueron los casos de Daniela Ñancupil y Patricio Queipul.
Sería importante decir que aquí no asesinó una bala, de nada sirve que trasladen al carabinero que apretó el gatillo, de nada sirve que lo destituyan, ni que lo juzguen, no nos sirve porque no son solo esos hombres, hay un estado que respalda la represión, un sistema que la avala, exite un estado que se muestra respetuoso de los derechos humanos e indígenas en diversos tratados, pero al mirar a su pueblo da vuelta su camisa y dispara donde quiere, como quiere y al que quiere.
Se cumple un año de la muerte de Catrileo, un asesinato cobarde efectuado por la espalda, su nombre nunca lo debe guardar ni el miedo ni el silencio, al contrario, se levantará en las calles en cada protesta y como dice Osvaldo Ulloa: “Nosotros no desertamos de las luchas / solo porque nos asesinen, al contrario / nos sumergimos en el río del tiempo / y lo incendiamos con gritos de victoria / hasta dejarlo limpio para la / siembra / de la justicia y la dignidad…”