Analisis político inicio Febrero de 2010
Las implicaciones de la elección de Piñera para latinoamérica
La correlación de fuerzas en latinoamérica se ve perjudicada para los procesos de lucha social, con la llegada al poder político de Sebastian Piñera, candidato del gran capital.
Con la llegada de Piñera se proyecta un Chile que busque mayor inclusión y dependencia en los mercados mundiales, Chile se involucrará en el escenario regional más cercano a una Colombia al servicio del imperio norteamericano que al proceso de unidad latinoamericana expresado en UNASUR y los gobiernos que con diversos matices realizan reformas a favor de las mayorías como es el caso del hermano pueblo Boliviano, o del proceso venezolano.

Nacional
La democracia chilena, caracterizada por ser de tipo restringida y represiva, ha contado por años con la Concertación como el agente legal y legitimo que asegure la gobernabilidad y estabilidad del sistema. En el último tiempo este conglomerado ha debido afrontar su desgaste por años de promesas incumplidas, robos, disputas de poder internas y “colusión” política con la alianza (hoy llamada coalición por el cambio, conformada por el pinochetismo y los sectores más conservadores en lo valórico, y liberales en lo económico de las clases dominantes) para asegurar la vitalidad del orden social vigente.

Los segmentos más retrógrados de los poderosos tuvieron el olfato de mostrarse como una alternativa de cambio que dé solución a las necesidades más inmediatas de la población. Para ello iniciaron un trabajo de ingeniería que buscó (de la mano de Jaime Guzmán) su inserción en las capas bajas de la sociedad interviniendo en un campo que ha sido por años considerado como patrimonio de las izquierdas. Adicional a esto se perfiló con una gran capacidad de gestión y administración.
La atenuación de las contradicciones entre izquierdas y derecha tras el golpe de estado de 1973 (producto de una concertación burocratizada que levantaba como su mayor atributo la capacidad de gestión), y grupos de izquierda anti capitalista incapaces de ofrecer un proyecto político de futuro, atractivo y hegemónico (producto de los caudillismos, dogmatismos y rencillas que impiden la elaboración conjunta de una alternativa real que de solución a las demandas más inmediatas, y que posea un discurso atractivo y cercano para las mayorías), es lo que posibilito la llegada de Piñera al poder político.
El año 2010 se iniciará con una concertación desalojada de la maquinaria estatal, con sus partidos vaciados de un porcentaje importante de los militantes inscritos en ellos y sin medios de prensa de gran difusión nacional. Este escenario llevará a un segmento importante de su mermada militancia activa a volcarse a la base social para reconstruir sus partidos y recuperar su capacidad dirigente con el objeto de seguir jugando el rol de control social que ha llevado a cabo desde la transición pactada a la democracia hasta la fecha.
Un segmento de ella acudirá a las grandes masas para realizar una oposición con capacidad de convocatoria callejera (mientras otro se mudará a ganar dinero al sector privado), enfrentando a Piñera y sus “boys” a la vez que fortalece los puentes con el Partido comunista para generar una oposición conjunta a “la derecha en el poder”.

La vieja derecha golpista tendrá la difícil tarea de dar legitimidad a un gobierno electo con poco más de un cuarto de los votos de chilenos en edad de sufragar, eso si quiere asegurar una mayor estadía en el poder político que le permita realizar las transformaciones a favor de los grandes capitales financieros que no podrá llevar a cabo en cuatro años de gobierno con minoría parlamentaria. Aún debe demostrar capacidad para ser el administrador hegemónico del sistema y asegurar gobernabilidad. Con ese objetivo deberá evitar abrir grandes flancos que den lugar a su deslegitimación, y buscará operar generando pequeñas fisuras que le permitan ir desalojando a los funcionarios públicos de la concertación y del PC del Estado, y modificando las relaciones laborales en provecho de los patrones.
La situación de las clases subalternas.
La búsqueda de mejores condiciones de explotación para los patrones afectará la calidad de vida de las clases subalternas. Deberán enfrentar los intentos por incorporar mayor flexibilidad laboral en la legislación, intentos por debilitar los sindicatos buscando la atomización de los trabajadores, congelamiento en los salarios, y un aumento en las prácticas populistas fortalecidas en la era Bachelet, como los bonos y subsidios, que desplazarán los derechos y los cambios estructurales necesarios para una vida digna, privilegiando los criterios de rentabilidad económica antes que social.
Como hemos señalado es previsible un aumento en la movilización social producto de la llegada legal y democrática de Piñera, y el sector de las clases dominantes que lo acompaña, al poder político. Esto sin duda interpela en gran medida a los sectores que componen la fuerza revolucionaria de nuestra clase, esa interpelación supone constituirse como bloque subordinado compacto, que refleje una capacidad de intervenir en la vida cotidiana al servicio de las luchas por venir y a la altura de las circunstancias, lo que significa no permitir que se mantenga las rencillas y disputas de conducción voluntaristas y principistas para conformar un bloque aún subordinado, pero con vocación real de poder que sea capaz de plantear una alternativa a los sectores sociales en lucha para lograr hegemonizar la movilización social, oponiéndose a la conducción de ésta por los poderosos desalojados del Estado que buscarán instrumentalizarla en su provecho.
Debemos luchar por que el sector que logre generar una hegemonía alrededor del desarticulado bloque subordinado sea el encabezado por las organizaciones que llevan años en las luchas sociales, con amplia inserción de masas, y que expresan la intención política de articulación clasista, convocando a los dirigentes de base traicionados por las promesas de que la alegría llegaría, y que hoy enfrentarán la desilusión frente al cambio que no llegará. Es momento de priorizar la capacidad de despliegue y construcción de la fuerza propia, antes que actuar en función de las acciones que realicen los poderosos en el poder político, es necesario que los de abajo unifiquen sus luchas en función de sus grandes aspiraciones y no de acuerdo a los segmentos de las clases dominantes de turno que se encaraman en el poder político.
Por supuesto lo anterior no supone olvidar los tiempos políticos actuales, sino por el contrario, aclarar que la sociedad se encuentra dividida entre explotados y explotadores, ricos y pobres, y no entre izquierda y derecha categorías que hoy serán ampliamente usadas al servicio de quienes olvidaron al pueblo y sus organizaciones y hoy se vestirán de pobres y visitaran las calles que huelen a trabajadores para recuperar su posición privilegiada en el aparato del estado.
